Sin nuevos paradigmas no hay nueva agricultura
08 de febrero de 2011
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Después de décadas de sesgo anti agropecuario, de nuevo parecen soplar vientos a favor de la agricultura. En El Salvador, como en Latinoamérica y el Caribe, se plantean estrategias para la reactivación de este sector que quedó al margen ante las supuestas ventajas comparativas que ofrecían los tratados de libre comercio.
Después de privilegiar los agronegocios se ha reconocido la importancia de la Agricultura Familiar. Según datos del censo agropecuario de 2007-2008, el 82% de los productores en El Salvador están considerados como no comerciales. Estos son responsables del 70% de la producción de granos básicos, lo que es clave para la seguridad alimentaria nacional y son, mayoritariamente, minifundios con un promedio de área de cultivo de una manzana. Por lo anterior, la iniciativa del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) de presentar un Plan de Agricultura Familiar que va más allá de la sola seguridad alimentaria está totalmente justificada; sin embargo, la nueva ruralidad exige una nueva visión de la agricultura, en la que se sustituya el paradigma actual por el de una agricultura multifuncional.
Entre las múltiples funciones de la agricultura están, además de la provisión de alimentos y materias primas, la provisión de otros servicios y “un papel social que desempeñar en el combate de la pobreza.
El nuevo rol de la agricultura trasciende el ámbito de la producción primaria e involucra, por tanto, instancias macroeconómicas, agroindustriales, de producción de insumos y servicios para el sector, con un enfoque de encadenamientos intersectoriales. Además, demanda un nuevo tipo de interacción con los ecosistemas, teniendo en cuenta que, en países como El Salvador, la mayor parte de los servicios ecosistémicos indispensables para el bienestar de la sociedad y sus actividades económicas no se originan en áreas naturales, sino en ecosistemas intervenidos, mayoritariamente, por actividades agropecuarias.