REVALORIZANDO COMUNIDADES Y TERRITORIOS

Territorios rurales de Centroamérica: Primera línea de asedio y conflictividad, y última frontera de gobernanza y resiliencia

Compartir en:

 

A lo largo y ancho de Centroamérica, cada vez más territorios rurales se encuentran en primera línea de asedio y conflictividad socioambiental. Esto es el resultado de un entramado de intereses mucho más complejo que hace apenas un par de décadas. Diversos territorios rurales están siendo utilizados o son apetecidos para fines extractivistas como la expansión de cultivos agroindustriales (palma africana, caña de azúcar y piña), la promoción de la minería y la explotación de hidrocarburos, etc. Los territorios rurales también están siendo intervenidos por numerosos megaproyectos de infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, represas hidroeléctricas y sistemas de interconexión eléctrica, entre otros) que están convirtiendo a Centroamérica en una plataforma logística para los servicios y el turismo.

Los territorios de la región también están siendo utilizados y controlados por organizaciones criminales que implementan estrategias de control cada vez más agresivas, tal como ocurre con el narcotráfico y una serie de acciones conexas que van desde la expansión de la narco-deforestación, la narco-ganadería y las diversas estrategias de lavado de dinero que incluyen voluminosas inversiones en cultivos (melones y palma africana, por ejemplo), en empresas turísticas e inmobiliarias, en casinos y juegos de azar, actividades que además constituyen mecanismos de control territorial.

Frente a este complejo contexto y como resultado de la defensa de derechos que realizan comunidades campesinas, agroforestales, afrodescendientes y pueblos originarios, en la región se observa un marcado aumento de la conflictividad socioambiental, lo cual, para muchas de estas comunidades significa estar en primera línea de asedio por parte de actores lícitos e ilícitos cuyas estrategias se basan cada vez más en el uso de la violencia. No son casuales los vínculos de estas estrategias de control con casos de corrupción e impunidad, sobre todo si se considera el marco prevaleciente de erosión del Estado de Derecho en los países de la región.

Todo esto impacta los sistemas de gobernanza territorial, entendiéndola como el conjunto de procedimientos, prácticas y mecanismos (formales e informales) a través de los cuales, actores con diversos niveles y relaciones de poder, configuran el orden social, así como el acceso, uso y control de los recursos naturales que explican las acciones y los resultados ambientales y territoriales. En los territorios rurales se están reconfigurando las relaciones sociales y con ello las relaciones de poder, ahora bajo el control de actores totalmente despreocupados por la inclusión, la equidad y la sustentabilidad.

A los ya de por sí preocupantes impactos ambientales ocasionados por el extractivismo, los megaproyectos y las actividades ilícitas, se suman otra serie de implicaciones sociales – y políticas – que están minando las bases de la gobernanza en los territorios, es decir, la acción colectiva de las comunidades, sus formas de organización, sus instituciones, su cultura y cosmovisión, que están en estrecha relación con su ambiente, sus recursos y sus medios de vida.

Los territorios rurales juegan un rol fundamental para construir mayores condiciones de resiliencia (social, económica y ambiental). Tomando en cuenta que la resiliencia es la capacidad de los sistemas sociales y ecológicos para afrontar perturbaciones, respondiendo u organizándose para mantener su función esencial, su identidad y su estructura, conservando al mismo tiempo la capacidad de adaptación, aprendizaje y transformación. Lo que se observa en territorios rurales de Centroamérica es justamente el debilitamiento de las capacidades de resiliencia.

Por esa razón, las comunidades rurales y sus territorios que están en la primera línea de asedio, al mismo tiempo representan una de las últimas fronteras de gobernanza y resiliencia en la región, pues allí también existe una amplia diversidad de formas de participación y de experiencias de convivencia con ecosistemas y recursos naturales. Allí también se han construido verdaderos modelos de manejo sustentable de recursos naturales y se están impulsando acciones de restauración ambiental con resultados promisorios que combinan simultáneamente objetivos climáticos, económicos y sociales. Destruir esas últimas fronteras de gobernanza y resiliencia tendría enormes implicaciones para la vida futura y la viabilidad de Centroamérica.